lunes, 30 de enero de 2012

¿Es realmente la autoría un problema? Parte 1

Estando en Inglaterra me ha tocado vivir en vivo y en directo el revuelo ocasionado por el estreno de la película Anonymous, de Roland Emmerich. A sabiendas de que la película transcurría en época isabelina, decidí esperar a estar en España para verla con subtítulos. Desafortunadamente cuando llegué a Madrid ya la habían sacado de cartelera, luego vino la crisis de Megaupload y cuando ya perdía toda esperanza y ambición de verla un Torrent fue benévolo y la trajo hasta mí.


Para quienes no lo sepan aún, Anonymous plantea una interpretación alternativa de la autoría de las obras de Shakespeare y de la propia historia de Inglaterra: que Shakespeare no fue en realidad quien escribió las obras que se le atribuyen y que una rabieta de Ben Jonson llevó a su fin a la dinastía de los Tudor. Comencemos diciendo que cuestionar la autoría no es algo nuevo: desde el Siglo XIX venimos escuchando que el verdadero escritor de lo que denominamos "obra shakespeareana" podría ser Francis Bacon o Eduard de Vere (XVII Conde de Oxford y personaje principal de Anonymous) o Christopher Marlowe, etc. Conociendo la historia del descreimiento autoral uno se pregunta entonces ¿por qué armar tanto revuelo por una película?


Después de verla me quedo con la impresión de que Emmerich parece muy decidido a polemizar más allá de la argumentación histórica. No se trata únicamente de la exaltación de la figura de Eduard de Vere el cuál puede, por qué no, haber sido un hombre de letras brillante, encantador con las damas, desastroso en la administración. La película nos muestra también a un William Shakespeare deleznable: analfabeta, pueril, poco realista, oportunista, chantajista, alcohólico, frecuentador de prostitutas e individuo con muy pocas luces. Me da la impresión de que Emmerich quisiera apelar al resentimiento que muchos guardan hacia los clásicos, hacia la literatura, hacia la educación misma. Cuántas veces no fuimos obligados en la escuela a leer a los autores clásicos y les cogimos tanta mala voluntad que anhelábamos verlos ridiculizados, a manera de venganza por el ridículo que ellos nos hicieron pasar al poner en evidencia nuestra poca capacidad de comprensión. Tengo la idea de que el Shakespeare de Emmerich es el rostro de dicho resentimiento.


Dos meses antes del estreno en Inglaterra de Anonymous, el Shakespeare Birthplace Trust presentó su proyecto "60 minutos con Shakespeare"(1) el cual consiste en 60 preguntas en torno a la controversia de la autoría, respondidas en 1 minuto por 60 figuras como el Príncipe Carlos, Stephen Fry (a este tuvieron que darle 5 minutos  porque, seamos honestos, el hombre es encantador pero se enrolla como una persiana), algunos de los estudiosos de Shakespeare más importantes en el mundo como Stanley Wells, Paul Edmondson, Michael Dobson, una buena pléyade de profesores de la Universidad de Oxford, actores, directores y hasta el mismísimo Roland Emmerich. "60 minutos con Shakespeare", al igual que el libro "Shakespeare Bites Back: Not So Anonymous" (del cual les hablaré en otra entrada porque realmente merece la pena comentarlo) es un proyecto bastante accesible para el público en general y sobre todo orientado hacia los educadores a nivel secundaria, quienes seguramente habrán tenido que resolver a las dudas que surgieron tanto en alumnos como en padres después del estreno de Anonymous.


Debo decir que las muestras de indignación y la cantidad de tweets que corrieron por la twiteósfera desgarrándose las vestiduras por el atrevimiento de Emmerich, me parecieron un poco exagerados. Luego  pensé ¿Qué pasaría si en vez de ser Shakespeare hubiese sido Cervantes? ¿Nos quedaríamos callados si alguien osase a decir que Don Miguel no escribió el Quijote? Claro está, con la literatura universal existe un fenómeno de apropiación que muchas veces nos lleva a olvidar nacionalidades y biografías. Hay autores tan extranjeros como podría ser Dostoievski pero a pesar de ello los sentimos muy próximos, como si fueran de nuestra familia. Sin embargo Cervantes ocupa un lugar especial para los hispanohablantes porque nos ha enseñado qué tan lejos puede llegar nuestra lengua y la imaginación surgida de la experiencia cultural que nosotros también hemos vivido. De la misma manera Shakespeare nos enseña cuán rico puede llegar a ser el idioma inglés en su vocabulario, en su sonoridad, en su capacidad metafórica y como vehículo de exploración del alma humana.


Emmerich da mucha importancia al hecho de que un pueblerino como Shakespeare no puede haber tenido acceso a la educación necesaria para poder escribir las obras, educación que sí tuvo Eduard de Vere, además de poseer un talento nato. Algunas cosas que descubrimos en "60 minutos con Shakespeare" es que aunque no fue a la universidad sí debió haber asistido a la escuela de gramática de su pueblo, la cual era gratuita y entre sus lecturas básicas estaban Ovidio, Plutarco y Montaigne, autores de gran influencia en su obra, además de que, al contrario de lo que se puede creer, los libros no eran un recurso inaccesible en la época y de hecho constituían una forma de esparcimiento. Decir por tanto que un hombre no puede ser el más grande genio de la literatura inglesa solamente porque tuvo una educación modesta (como la que hemos tenido la mayoría de nosotros) y provenía de un pueblito, me parece que no tiene mucho sentido. Y no puedo evitar sentirlo como algo personal, como algo que afecta a todos los que venimos de la provincia, de países del tercer mundo, de sistemas de enseñanza modestos... ¿Entonces nosotros tampoco podríamos aspirar a dejar nuestra huella en el mundo?


(1) Esta página pueden consultarla en http://60-minutes.bloggingshakespeare.com desafortunadamente sólo está en inglés, pero las grabaciones vienen acompañadas de una transcripción, con lo cual su comprensión resulta mucho más fácil para quien posee un conocimiento a nivel intermedio de la lengua. El proyecto me ha parecido muy interesante, intentaré irles contando un poco más de él en futuras entradas.

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